Los amputados de la Bestia
Abandonar el país de origen a causa de la violencia y la pobreza es apenas una de las primeras tragedias a la que se enfrentan miles de migrantes centroamericanos y sudamericanos que salen con la esperanza de alcanzar el sueño americano. Transitar por México se ha convertido en, quizás, la ruta más peligrosa para lograr ese objetivo debido a las múltiples redadas hechas por agentes migratorios, a causa de las extorsiones, agresiones y secuestros que sufren a manos de grupos criminales y por los accidentes que tantas personas han sufrido durante su viaje en uno de los trenes de carga más conocidos para llegar a la frontera con Estados Unidos, “La Bestia”.
Los migrantes viajan en los techos de los vagones, a los que se suben cuando el tren disminuye la velocidad. El peligro de quedarse dormido, los constantes asaltos o el descarrilamiento del tren son algunas de las causas por las que muchos caen y pierden alguno de sus miembros. Ahí se apaga el sueño para la mayoría.
Muchos de los migrantes que han sufrido una amputación deciden quedarse en México, atendidos en albergues y con la esperanza de volver a probar suerte en algún otro momento. Uno de esos albergues es el que dirige el pastor Ignacio Martínez, en la ciudad de Celaya, Guanajuato. En este lugar, la gente se apunta a clases de teatro y recibe tratamiento físico y psicológico. Martínez da cobijo a una de las poblaciones más vulnerables que existe, a los migrantes mutilados, la mayoría provenientes de Honduras. Ahí son canalizados a un centro de rehabilitación, donde se les brinda una prótesis de forma gratuita y reciben fisioterapia para recuperar algo de movilidad.
Santiago Álvarez decidió volver a Honduras, su país de origen después de caer del tren y perder una de sus piernas. Ahora cuenta su historia desde Matapalo, una comunidad del departamento hondureño de Choluteca, Ahí buscó el apoyo de una asociación que ayuda a migrantes y logró conseguir una nueva prótesis gracias a un programa apoyado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), a través de la Fundación para la Rehabilitación Integral Vida Nueva, la cual volcó su apoyo al creciente número de migrantes que regresaban con alguno de sus miembros amputados tras su intento de llegar a Estados Unidos.