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Asi Es La Vida (C’est la vie) CECOT

El Centro de Confinamiento de Terroristas (CECOT), una megaprisión que alberga a reclusos de las tres principales pandillas de El Salvador, Mara Salvatrucha (MS-13), Barrio 18 Revolucionarios y Barrio 18 Sureños, es la prisión más grande del hemisferio occidental. Construida en un tiempo récord de seis meses, esta prisión de máxima seguridad puede albergar a cuarenta mil reclusos y forma parte de la guerra contra las pandillas lanzada por el presidente Nayib Bukele, quien ha sido elogiado por poner fin a la violencia de las pandillas y traer seguridad a su país. Se trata de una mirada poco habitual al interior de la prisión, que se ha convertido en el centro de la tormenta mediática desde que la administración del presidente Trump deportó allí esta primavera a más de 200 ciudadanos venezolanos, acusados de formar parte de la organización criminal Tren de Aragua.

Desde marzo de 2022, cuando las pandillas del país lanzaron una ola de asesinatos que duró tres días, El Salvador ha encarcelado a alrededor del 2 % de la población del país bajo un «estado de excepción» que aún sigue vigente. El presidente Bukele ha sido muy criticado por la suspensión de las libertades civiles que acompañó a la represión y por las denuncias de abusos relacionados con ella. Pero también se le atribuye el mérito de haber reducido la violencia y haber mejorado la sensación de seguridad.

La pena capital no es una pena legal en El Salvador, ya que fue abolida en 1983. Por esta razón, El Salvador es uno de los siete países considerados «abolicionistas para los delitos comunes», junto con Brasil, Burkina Faso, Chile, Guatemala, Israel y Perú. Los pandilleros que se encuentran en este centro cumplen largas condenas de cárcel, que van desde los 80 hasta los 1400 años o más. Han sido los autores intelectuales y ejecutores de crímenes atroces cometidos durante su reinado. Los pandilleros que se encuentran en este centro ya estaban cumpliendo condenas de prisión en otros centros penitenciarios. Aquí duermen en literas metálicas sin colchón y solo se les da una fina sábana blanca para cubrirse. Al amanecer, se les despierta y se les permite ducharse. Se secan con la sábana o con sus pantalones cortos, y luego se les da una comida muy básica: un huevo, frijoles y tortillas con una bebida que puede ser café o papilla. Tras pasar lista y someterse a estrictas medidas de seguridad —que incluyen revisarles la boca y esposarlos con cadenas que les rodean el abdomen—, pasan a su rutina diaria, que puede consistir en hacer ejercicio o rezar. Después de cenar, se ven obligados a dormir bajo las luces del centro, que nunca se apagan, y la atenta mirada de los guardias. Así es la vida de los pandilleros que solían aterrorizar a la sociedad salvadoreña, C’EST LA VIE CECOT.