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El cementerio de las personas vivas

En 1994, mientras Estados Unidos abría las fronteras para mercancías y capitales, las reforzaba para los cuerpos humanos. Un año después de llegar al poder, el presidente Bill Clinton implementó la política conocida como “Prevención mediante disuasión”, como parte de su estrategia migratoria. Esta consistía en reforzar la vigilancia y los controles en las zonas urbanas fronterizas más transitadas como San Diego o el Paso, desplazando así el flujo migratorio hacia zonas más inhóspitas. La intención era que la propia geografía hiciera el trabajo sucio: tragarse a los indeseados. En este contexto, las personas más vulnerables o acompañados de sus hijos se veían obligadas a recurrir a los cárteles que controlan distintos tramos de la frontera, y que ofrecen el cruce a cambio de miles de dólares, sin garantías de llegada.

Esta política —perfeccionada después por sus sucesores— ha provocado un enorme aumento en el número de muertes de personas migrantes. Las estimaciones más optimistas (realizadas por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos), señalan que desde su implementación 10.000 personas habrían perdido la vida, mientras, las más realistas (realizadas por organizaciones de Derechos Humanos) estiman que la cifra real podría superar las 80.000 muertes. Pero la cifra real solo lo sabe los 3.142 kilómetros liminales que recorren entre México y Estados Unidos: el cementerio terrestre más grande del mundo.

Pero el migrante es solo la mitad de la historia. Víctima es quien se fue, víctima es quién se quedó. Quien lo apostó toda para poder pagar al pollero. Quien sigue esperando la llamada de su ser querido y nunca la recibió. Las personas fallecidas y desaparecidas en la ruta migratoria, deja tras de sí un rastro de dolor igual de vasto. Madres, padres, esposas, abuelas, hermanas, amigos que vagan por el cementerio de los vivos. Un cementerio sin lápidas ni flores, un cementerio que nadie visitará, un cementerio que apila los cadáveres con vida de quienes luchan por encontrar a sus seres queridos que se quedaron por el camino.

3.142 kilómetros donde encontrar el cuerpo de un ser querido requiere de una combinación de suerte y persistencia, pero incluso así, muchas veces no es suficiente.