Rubí, una trabajadora sexual de 51 años, se mira al espejo mientras la fotografía a través de otro espejo, creando capas y reflejos: un encuentro. Rubí pertenece a la comunidad Muxe, una comunidad indígena Zapoteca que es reconocida como un tercer género. Cada Muxe vive su expresión de genero de forma diferente; algunas, como Rubí, modifican su cuerpo para expresar una mayor feminidad. El pecho que muestra con orgullo en la foto forman parte de esa afirmación.
Esta fotografía, tomada en el hogar más íntimo de Paulina, representa una profunda confrontación con su reflejo, se desnudó no solo físicamente sino también espiritualmente. Paulina sufrió una depresión severe que la obligo a regresar a su estado natal, donde su familia se aprovecho de su vulnerabilidad para obligarla a operarse y extraerse los implantes mamarios; implantes que no solo eran fruto de su arduo trabajo, sino también una conexión vital con su identidad.
Deborah, pionera del activismo trans en la frontera norte, yace sobre la cama de motel donde ahora vive y trabaja como administradora. Alguna vez fue trabajadora sexual, parte de una comunidad vibrante que ocupaba las calles de Juárez. Hoy, apenas quedan tres de las noventa mujeres trans que solían ejercer, la violencia del crimen organizado y el ‘’derecho de piso’’ las ha obligado a huir. El espejo sobre su cuerpo, herramienta de supervivencia usada para vigilar amenazas, refleja una escena de intimida de introspección. Su mirada conecta pasado y presente: la mujer que resistió la clandestinidad, la que camino por primera vez las calles de Juárez a plena luz del día siendo ella misma. .
Esta imagen muestra como la devoción y la espiritualidad también pueden ser una forma de hogar. México tiene la segunda tasa más alta de asesinatos de mujeres trans, reivindicar la muerte a través de la Santa Muerte se convierte en un acto de resistencia. La foto muestra el altar de esta deidad en la casa de Scarlet, una mujer trans y trabajadora sexual de Ciudad Juárez.
Este proyecto reflexiona sobre la dualidad del refugio: el cuerpo como hogar y el espacio físico que habitamos. En esta imagen, quise explorar esa intersección. Diana, una mujer trans de 70 años, se mira al espejo, confrontando el paso del tiempo, sosteniendo su reflejo con una mano. Sus uñas pintadas, un pequeño pero poderoso gesto de feminidad. Al fondo, la pequeña habitación que puede permitirse gracias a su trabajo, en la Ciudad de México, una ciudad que insiste en borrar a quienes la incomodan.
Con esta imagen quise representar uno de los hilos conductores de este proyecto: Las sábanas, símbolos de deseo, descanso y protección, pero también testigos silenciosos de la clase y contexto personal. Elegí mostrar la sabana sobre la que duermo. Sobre ella, una flor que me durante la celebración de la Santa Muerte, una figura que me ofrece refugio. La flor se asemeja a muchas mujeres que he retratado: hermosas y frágiles, pero resilientes. Esta imagen habla del hogar, siempre en proceso y búsqueda.
Esta foto refleja el deseo y lo prohibido. En su juventud, Cecilia ocultó su identidad mientras ejercía el trabajo sexual para protegerse. La fotografíe desnudándose sin mostrar su rostro, como si revelara y ocultara a la vez. Es una paradoja: ser una mujer trans mayor, trabajadora sexual y creyente de una religión que a su vez la condena.
Pintarse los labios frente a la cámara es una coreografía sutil de resistencia. Tome esta fotografía en el lugar de trabajo de Julia, mujer trans de casi 60 años. Ese salón de belleza le sirve de hogar, ya que pagar dos rentas al mismo tiempo le es imposible. El close-up actúa como un espacio entre su existencia y la mía: en igualdad de condiciones, cara a cara.
En una tierra marcada por la violencia y el abandono, Daniela se observa a si misma en un espejo de mano. Su mirada firme, atraviesa los limites entre lo intimo y lo público, entre el refugio precario y la calle que asoma por la ventana. En su rostro, la dignidad de quien ha resistido múltiples borramientos.
Hogar en tránsito nace de la necesidad de denunciar como el concepto del hogar se vuelve esquivo para las mujeres trans en México y como nos vemos obligadas a redefinirlo. Expulsadas o forzadas a huir de nuestros hogares a temprana edad, perdemos no solo el techo sino también la familia, la educación y la oportunidad de un trabajo digno. Muchas somos empujadas al trabajo sexual, convirtiendo así, nuestros cuerpos en refugio y campo de batalla a la vez. Este proyecto artístico esta desarrollado en lugares clave de migración trans en búsqueda de trabajo y hogar: Ciudad de México, la frontera de Ciudad Juárez y la periferia del Estado de México. Las mujeres retratadas son sobrevivientes de la violencia sistemática en un país que ocupa el segundo lugar mundial en feminicidios trans. Soy una mujer trans que narra esta historia desde adentro, con la convicción de que nuestra mirada merece ser vista y contada.