Desde el puerto panameño de Miramar, embarcaciones abiertas transportan todas las mañanas a adultos venezolanos y varios niños de regreso a su país. Su plan de llegar a Estados Unidos quedó truncado por las restricciones migratorias impuestas durante el gobierno de Donald Trump.
Andrew Machado observa la calle desde el interior de la casa donde se alojan decenas de migrantes venezolanos en Miramar, Panamá, el 29 de marzo de 2025.
Franchesca Díaz, una migrante venezolana, habla con su hija y una amiga frente a la casa donde se alojan en Miramar, Panamá, el 29 de marzo de 2025.
Darlin Davila utiliza su teléfono dentro de la casa donde se alojan decenas de migrantes venezolanos en Miramar, Panamá, el 29 de marzo de 2025.
Migrantes venezolanos y ciudadanos panameños conviven frente a una casa en Miramar, Panamá, el 29 de marzo de 2025.
Decenas de migrantes venezolanos llegan al puerto de Miramar, Panamá, el 30 de marzo de 2025, para tomar un barco hacia Colombia y luego continuar su ruta hacia Venezuela, tras las políticas antiinmigración de Estados Unidos.
Luis Rangel, un migrante venezolano, muestra una foto en Nueva York, tomada días antes de iniciar su viaje de regreso a su país tras las políticas antiinmigración de Estados Unidos, en el puerto de Miramar, Panamá, el 30 de marzo de 2025.
Un joven venezolano se aplica protector solar en la cara antes de subir a un barco que lo llevará a Colombia en un intento por llegar a Venezuela desde el puerto de Miramar, Panamá, el 30 de marzo de 2025.
Migrantes venezolanos navegan en un bote para regresar a su país tras conocer las políticas antiinmigración del presidente estadounidense Donald Trump, en Miramar, Panamá, el 30 de marzo de 2025.
Desde el puerto panameño de Miramar, embarcaciones abiertas transportan todas las mañanas a adultos venezolanos y varios niños de regreso a su país. Su plan de llegar a Estados Unidos quedó truncado por las restricciones migratorias impuestas durante el gobierno de Donald Trump.
Miramar, un diminuto poblado costero de apenas unos 200 habitantes en la provincia de Colón, emerge como un enclave cargado de tensión y esperanza frustrada. Los retornados, en su mayoría migrantes venezolanos, deambulan entre calles y casas deterioradas. “Según Trump, todos somos miembros de pandillas”, comentó Franchesca Díaz, de 19 años, quien aguarda en Panamá hasta reunir el dinero necesario para volver. Una estructura rosada en ruinas se ha convertido en refugio: un espacio temporal donde personas duermen sobre cartones, separadas solo por cortinas raídas, mientras el oleaje del Caribe golpea la costa.
Los migrantes enfrentan nuevos obstáculos: la vía marítima hacia Colombia es sumamente cara. El costo de un lugar en la lancha ronda los 260 dólares, cifra que pocos pueden pagar. Así, el sueño de avanzar hacia el norte se detiene y comienza, a contracorriente, el difícil camino de vuelta.