¿Quiénes somos cuando cerramos los ojos y nos preguntamos: qué es el amor?
PorLuiza Possamai Kons
Este proyecto trata sobre un viaje tanto interno como físico. El primero comenzó cuando terminé una relación turbulenta de casi siete años durante la pandemia. Volví a vivir a mi estado natal, en Brasil, a la casa de mi mamá. Cuando no podía moverme físicamente, comencé a leer mucho, especialmente historias sobre mujeres. Uno de esos libros fue «All About Love», de Bell Hooks. En una colección de ensayos sobre su vida, propone el amor como acción, una política de emociones que aleja las relaciones románticas del centro de nuestras vidas. Esto me hizo reflexionar más profundamente sobre la importancia de mi familia y mis amigos y cómo fueron cruciales para sacarme de esa relación abusiva. Foto 1: Me concentro en la expresión del intérprete durante una presentación musical. Su expresión de angustia y grandeza me remite a los momentos de incertidumbre en las relaciones y en la propia experiencia humana.
Las relaciones también se convirtieron en parte de mis procesos creativos. Durante ese período, comencé a colaborar en fotografías con mis padres y mi hermana. Empecé a discutir mi conexión como mujer autista con mi familia en la autoficción. Y la segunda, cuando vine a México para un seminario de producción fotográfica, conocí a Bárbara, amiga de una amiga. Ella había regresado de Austria a México porque su matrimonio había terminado. Teníamos historias similares de violencia económica y psicológica. Me di cuenta de que no era una coincidencia. Que nuestras narrativas eran como las de muchas otras personas. Y que es políticamente importante hablar de este viaje en busca de una vida en la que prioricemos nuestros sueños y no nos dejemos influir por algo que no es amor. Foto 2: Barbara me dijo que tenía una imagen que no se le iba de la cabeza: la de unos peces en una jaula. Sentí que esa inconsciencia de dos mundos que no se conectan versaba sobre su inconsciente. El deseo de fluir y, al mismo tiempo, estar atrapada. Buscamos la jaula en un gran mercado de Ciudad de México e hicimos varios experimentos hasta llegar al resultado deseado. Materializar la fotografía fue un proceso importante, en el que valoramos las escenas que nos persiguen y aprendemos a lidiar con ellas.
Foto 3: En esta fotografía, vuelvo a buscar lo ambiguo, que se abre en diferentes facetas. Retrato a dos pintores y guías espirituales mayas. Son gemelos. Pero eso no se sabe. Buscar otras formas de relacionarse es adentrarse en lo que está oculto y, al mismo tiempo, anhela revelarse.
Foto 4: Buscar deliberadamente el error fotográfico fue la forma de materializar que es necesario cuestionar cómo nos enseñan a narrar y a amar, lo que es correcto. Desaprender lo fotográfico como metáfora de otras formas de relacionarse con la vida.
Foto 5: En esta acción performativa entre plásticos y cintas, materializada en el silencio de la imagen, hay una mujer de la que no se sabe si va a romper el capullo o si está atrapada en su propio sudario.
Foto 6: Un juego entre la performatividad del sexo y el no saber si se trata de una acción espontánea o de un recurso imaginario. Documento o ficción.
Foto 7: El error de enfoque es el rostro borroso que no recordamos. Las promesas que se confunden entre una mesa de bar o una fiesta. Somos nosotros desfragmentados entre las narrativas de las que no somos protagonistas.
Foto 8: La cyber shot como oportunidad para reconsiderar la fotografía como algo sin pretensiones y como captura del momento. Y sin conseguirlo, porque las narrativas que aprendemos no desaparecen. Y en el gesto, la comprensión de que todo es archivo, documento.
Foto 9: Intento capturar de otra manera. No me aferro al equipo. Vivo los momentos. En la búsqueda del amor y de la fotografía, me repito, porque soy a partir de la narrativa que se me da.
Foto 10: Quería decir que detrás de la pregunta había algún tipo de respuesta. Pienso en ese cabrito. En la fugaz visión de su cabeza desapareciendo y en haberlo capturado con la cámara. La incertidumbre. La angustia. Y que meses después supe que él, y todos los animales de aquellas tierras, habían sido quemados. No recuerdo su rostro.
Voy a escribir de la forma más sencilla posible. Pero no es fácil. Hago un esfuerzo. Escribo una línea y la borro. Me confundo. Se supone que las imágenes y las palabras son una forma de crear cohesión y significado. Pero la linealidad casi me mata en su ficción. Así fue con Bárbara. La conocí cuando llegué a México, a través de una amiga en común. Conectamos en nuestras historias heterosexuales de siete años. De los hombres que controlaban nuestro dinero. Nuestras mentes. La salida. La ruptura. La conciencia de la no narrativa. El movimiento. El viaje dentro y fuera de nuestros cuerpos. Visualmente, las fotografías capturadas entre México y Brasil están tomadas de diferentes formas: luz natural, flash, cámara fotográfica y cyber shot, y son una mezcla de acciones en las que interpretamos la extrañeza de los intercambios amorosos en escenas que surgen espontáneamente de relaciones sexuales y momentos con amigos. El resultado es un universo caótico unido por la extrañeza, los errores y las imperfecciones, en un intento de inventar la vida tal y como queremos.
Valorando el compartir entre mujeres como un ejercicio de resistencia frente a una sociedad en la que, más allá del cambio de nacionalidad, se mantiene la alienación y la relativización de la violencia que sufrimos a manos de los hombres: como si fuera amor.