Maita | POY Latam

Recordar me duele ¿y qué será que recuerdo detalles de cuando era niña? En cambio, ahora que soy adulta, no logro recordar las cosas” me cuenta Maita cada que le pregunto de su pasado. Ella se casó a los 12 años con Marcelino, mi abuelo materno, huyó de su hogar lleno de violencia y abandono sin saber que a lado de él también sufriría las consecuencias del machismo y el alcoholismo. “Yo no sabía cuánto iba a sufrir a lado de tu abuelo”

Tu abuelo todo el tiempo peleando, celoso, yo no podía salir de la casa porque él decía que yo iba a buscar a otro hombre, le tenía mucho miedo cada vez que empezaba a beber. Su alcoholismo nunca lo dejó ser feliz. Me preguntaba yo “Dios ¿hasta cuándo va a acabar esto?”, yo lloraba de coraje y eso era de todos los días porque él todos los días bebía.”

Él decía, “es mi casa y yo mando”, yo no tenía miedo por mí que me pegara, yo tenía miedo porque decía yo, si él me quiere pegar, mis hijos se van a meter o van a ver. Cuando él falleció le pedía a Dios que me dejara soñarlo y cuando lo soñé ¿qué crees? Lo soñé con el machete en la mano, que andaba ahí paseándose con el machete, y que yo decía en el sueño ‘ay no Dios, ¿otra vez?’

“Cuando yo era pequeña teníamos que caminar un día entero para llegar a donde íbamos, en ese entonces andaba la noticia de que un tigre se había escapado del circo, íbamos por el camino en medio de los arbustos altos y oíamos un ruido, entonces nos quedábamos quietos, pensábamos “ay el tigre ¡nos va a comer!”, y seguíamos caminando, volteando para todos lados, teníamos miedo de que se nos apareciera y nos atacara.”

A veces sí me acuerdo y digo yo, Dios mío ¿por qué fue así ese hombre? ¿En dónde voy a hallar esa respuesta?

El mundo nunca se me cerró, teniendo 6 hijos, nunca me di por vencida, nunca.» Maita veló por la crianza de seis hijos, todos en medio de la pobreza y carencias, además Maita no lee ni escribe, es analfabeta.

Recientemente viuda, con seis hijos, y nietos y ocho bisnietos, Maita es el pilar de una familia que ha vivido de cerca el arraigo de un ejido enclavado en Alamo, Veracruz, México.

Yo nunca tuve un espacio para descansar o reposar, todo el tiempo cuidando a mis hijos, yendo de un lado a otro. ¡Cuántas cosas no he vivido y aquí sigo!» Soy un testigo silencioso de una historia oculta, Maita ¿quién contará tu historia cuando ya no estés?

Él rompió su propia foto, llegó borracho y como no estaba colgada donde él quería dijo: “ah ¿con que ya no me quieren ver?», acto seguido la descolgó y se pone a brincar en ella y rompió el cristal que la cubría. De él sí dije que estaba fastidiada, pero de mis hijos no, nunca.

Le pregunto a Maita, ¿eres feliz? “Ahora sí, ¿y sabes por qué soy feliz? Porque tengo a mis hijos, tengo a mis nietos, tengo a mis bisnietos y ¿qué más puedo pedir? Esa es mi felicidad, la más grande de todas, ahora soy feliz porque Dios me dio la alegría de tener tanta familia y porque siento que todos ustedes me aman.

Maita se casó contra su voluntad a los 12 años, ella esperaba escapar de un hogar violento que la relegó al abandono y la pobreza. Maita no tuvo infancia, la poca que vivió fue para criar a sus hermanos que al igual que ella, sufrieron el abandono de su madre. Maita veló por la crianza de seis hijos, todos en medio de pobreza y carencias, además Maita no lee ni escribe, es analfabeta.

Este proyecto fotográfico es un homenaje a María Baronesa Gallegos Torres “Maita”, mi abuela materna. Ella tiene 70 años y como muchas mujeres sufrió violencia machista en el hogar. Recientemente viuda, con seis hijos, quince nietos y ocho bisnietos, Maita es el pilar de una familia que ha vivido de cerca el arraigo de un ejido enclavado en Alamo, Veracruz, México.

Es un regalo desde mi visión fotográfica a todo el esfuerzo y amor que le ha dedicado a la familia durante toda su vida, es reconectar con mi pasado familiar y ahondar en la documentación de una vida entregada al hogar mexicano pese a todas las dificultades que el sistema heteropatriarcal ha impuesto a lo largo de los años.