Temporada del mango
Alfred Flores, de 5 años, sostiene un montón de quenetas en Patanemo, Venezuela, el 17 de julio de 2020. «Es un demonio», dice todo el mundo. Esto sólo significa que es un niño inquieto, no que esté poseído por el diablo o algo así. Su familia vive de la tierra, ya que no ganan lo suficiente para comprar comida en un supermercado. Intercambian lo que cazan y cultivan con otras personas de la zona. Cuando él nació, la vida era diferente.
Abejas revolotean sobre un mango aplastado en el pavimento de una calle de Caracas, Venezuela, el 8 de agosto de 2020. La gente come de los árboles de mango en las calles de los barrios de altos ingresos de la capital durante la temporada. Muchos dicen que les ha salvado de morir de hambre.
Un perro demacrado duerme sobre una funda de plástico en Patanemo, Venezuela, el 16 de julio de 2020. La imagen de un perro flaco se repite en toda la región latinoamericana. Sobreviven de las sobras de los vecinos y si el perro parece hambriento es posiblemente porque la gente también lo está.
Javier González, de 16 años, posa para un retrato en Playa Grande, Choroní, Venezuela, el 28 de enero de 2021. Formaba parte de una de las pocas familias que se encontraban en la playa ese día, ya que las restricciones de viaje estaban activas durante el bloqueo de Covid-19. Sólo los proveedores de alimentos podían viajar durante el inicio y la mitad de la pandemia.
Las instalaciones de la antigua central eléctrica Agua Fuerte se utilizan como aula en Choroní, Venezuela, el 31 de enero de 2021. Después de que la central hidroeléctrica dejara de funcionar, un sacerdote educó a los niños de la zona en las artes.
Freingi Flores, de 7 años, descansa sobre flores silvestres en una granja de cacao en Patanemo, Venezuela, el 16 de julio de 2020. Su familia vive de la tierra, ya que no ganan lo suficiente para comprar comida en un supermercado. Intercambian lo que cazan y cultivan con otras personas de la zona. Cuando ella nació, la vida era diferente.
El sol se pone sobre una finca de cacao en Patanemo, Venezuela, el 16 de julio de 2020. La tierra la trabaja la familia Flores. Viven de ella, ya que no ganan lo suficiente para comprar comida en un supermercado. Intercambian lo que cazan y cultivan con otras personas de la zona.
Luis Alfredo Flores, de 11 años, posa para un retrato en una finca de cacao en Patanemo, Venezuela, el 16 de julio de 2020. Esta tierra la trabaja su familia. Viven de ella, ya que no ganan lo suficiente para comprar comida en un supermercado. Intercambian lo que cazan y cultivan con otras personas de la zona.
Un caballo de trabajo se muerde la cola durante un descanso de cargar granos de cacao en una granja en Patanemo, Venezuela, el 16 de julio de 2020. Es propiedad de la familia Flores. Viven de la tierra, ya que no ganan lo suficiente para comprar comida en un supermercado. Intercambian lo que cazan y cultivan con otras personas de la zona.
Una niña repara el sombrero de unicornio de su hermana en Galipán, Venezuela, el 4 de octubre de 2020. Viven en una localidad que cultiva flores y hortalizas para vender en Caracas, la capital.
Una virgen es incrustada en la pared decorada con flores falsas en Caracas, Venezuela, el 8 de agosto de 2020. La principal virgen venerada de Caracas es Nuestra Señora de Coromoto, según las leyendas locales, apareció por primera vez en la ciudad de Guanare hace 350 años.
Alejandro Dumont posa para un retrato en la arena de Playa Grande en Choroní, Venezuela, el 30 de enero de 2021. Formaba parte de una de las pocas personas que se encontraban en la playa ese día, ya que las restricciones a los viajes estaban activas durante el bloqueo de Covid-19. Sólo los proveedores de alimentos podían viajar durante el inicio y la mitad de la pandemia.
Flores de buganvilla y cables eléctricos interactúan en La Guaira, Venezuela, el 31 de octubre de 2021. El estado de La Guaira se ha visto afectado por apagones como muchas otras ciudades del país. En este sentido, la capital Caracas, es privilegiada.
Manchas de sal en la espalda de un pescador en Chuspa, Venezuela, el 23 de marzo de 2021. Los habitantes de las localidades caribeñas se dedicaron principalmente a la pesca y el cultivo tras muchos años de depender de productos importados. Durante el bloqueo, pequeñas localidades como Chuspa se vieron muy afectadas por la escasez de alimentos y medicinas.
Una estatua frente a la escuela de arte de Agua Fuerte en Choroní, Venezuela, el 31 de enero de 2021. Después de que la central hidroeléctrica dejara de funcionar, un sacerdote educó a los niños de la zona en las artes.
Detalle de la cruz católica de un jardinero en Caracas, Venezuela, el 25 de mayo de 2020. La fe católica se mantiene fuerte en el país, especialmente durante la crisis económica. Más de dos tercios de los venezolanos forman parte de la Iglesia.
Elianny Toro, de 10 años, posa para un retrato frente al puesto de frutas de su padre en Caracas, Venezuela, el 4 de julio de 2020. Tras las sanciones internacionales que afectaron al petróleo venezolano, la distribución de alimentos se resintió porque el transporte se hizo extremadamente difícil. El padre de Elianny compraba frutas y verduras en el mercado de Coche para revenderlas cerca del centro de Caracas.
Luis Calzadilla, de 55 años, sostiene su machete después de trabajar en su huerto en la zona de San Isidro de Caracas, Venezuela, el 10 de noviembre de 2021. «Sin el huerto, la vida sería aún más difícil porque este año sólo he trabajado cinco meses y el resto del tiempo he estado aquí trabajando la tierra. Esto es una lección para todos. No todo está perdido. Debemos aprovechar las cosas que tenemos. Hace un tiempo ni nos dábamos cuenta de lo que teníamos», dice.
Cáscaras de mango en la calle en Caracas, Venezuela, el 12 de julio de 2020. Muchas personas sobreviven gracias a los mangos que encuentran en los árboles de toda la ciudad. Durante los periodos de escasez de alimentos, la gente recorre las calles bordeadas de árboles de mango en busca de alguna fruta.
Joseph Chacón, de 12 años, come un mango frente a la casa de su madre en la zona de San Isidro de Petare en Caracas, Venezuela, el 10 de noviembre de 2021. Sueña con ser futbolista.
La llamamos Temporada del Mango. Ocurre todos los años en la estación seca, después de que los árboles florecen y la fruta empieza a caer de los árboles, abundante y generosa para los que tienen hambre. En Venezuela, su llegada ha sido especialmente anunciada en los últimos años, ya que la pandemia, la dolarización y la hiperinflación han profundizado la brecha de riqueza y han disparado los precios de los alimentos.
Existen oportunidades de trabajo, pero a duras penas. El salario mínimo es de 5,2 USD. Los dólares son la moneda reina, y muy poca gente los gana. El país está dividido en dos, como desde hace tiempo. Pero esta vez no se trata de la polarización política habitual, sino económica. Mientras un porcentaje muy pequeño de venezolanos disfruta del lujo principalmente en la capital, Caracas, la mayoría de la población sigue deambulando por las calles bordeadas de árboles de mango en busca de algo dulce que calme el hambre. Con lo que todos pueden contar es con la naturaleza – y la temporada de mangos entre los regalos que la naturaleza proporciona.
Este ensayo explora la relación entre las personas y la tierra, con todas sus contradicciones y dicotomías. Muestra cómo nos miramos a nosotros mismos: lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, lo nuevo y lo viejo. Temporada de Mangos es una documentación analógica de todo entre todos los tipos de polarizaciones que coexisten en tensión y armonía en Venezuela dentro de todo el espectro de colores que el ojo humano puede ver.
