Un futuro más sostenible y resiliente
Una microscópica estructura molecular nos está recordando que el planeta tierra es nuestra única casa y que no tenemos otro lugar a donde ir.
La pandemia del coronavirus es, ante todo, una tragedia humana. El mundo está aprendiendo que la producción es importante pero no lo más importante. Los gobiernos municipales están entendiendo que si bien la movilidad es parte de nuestro diario vivir, el no circular es salvar vidas. La gente está recordando la importancia de la solidaridad. Vemos que sí es posible dejar la dependencia del petróleo usando mucho menos los vehículos particulares.
Según el departamento económico y social de Naciones Unidas UNDESA, el desarrollo de los objetivos de desarrollo sostenible será afectado por la pandemia. El objetivo 11 sobre los ambiciosos compromisos de las naciones para bajar las emisiones fue posible por un efecto indirecto, el efecto coronavirus. Los datos y las imágenes satelitales lo demuestran. Cielos azules, aguas cristalinas, menos polución en las ciudades, todo apunta a una mejor calidad de vida.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, afirmó que la lucha contra COVID-19 es la prioridad inmediata del mundo. Sin embargo, lo es también la crisis climática, puesto que esta amenaza no es solo un tema ambiental, es un tema de bienestar humano que permanecerá con nosotros por mucho más tiempo y con impactos catastróficos mucho mayores.
Este freno a raya para toda la humanidad tiene que hacernos reflexionar: tenemos que decidir si luego de los períodos severos de aislamiento volvemos con el mismo ímpetu a nuestro estilo de vida anterior, o si decidimos dar un giro de 180 grados. Parece que estamos siendo objeto de un entrenamiento global para que aprendamos a vivir una vida más sostenible. Esta pandemia debe marcar un antes y un despúes. ¿Podría esta experiencia ayudarnos a visualizar cómo se ve un mundo más sostenible y resiliente y cómo podemos enfrentar el cambio climático?
Un entrenamiento global sobre la sosteniblidad y la resiliencia
Las imágenes satelitales demuestran reducciones considerables en la contaminación del aire y las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
La reducción de la contaminación del aire y las emisiones, pueden contribuir a reducir más de 8.8 millones de muertes prematuras relacionadas con la contaminación del aire. En China, las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyeron aproximadamente un 25% así como han bajado en Quito, Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile, debido a la reducción del tráfico. Las ciudades latinoamericanas sufren de contaminación del aire debido a la gran cantidad de vehículos y la baja calidad del combustible. Cada año alrededor de 50,000 personas mueren prematuramente en la región debido a este problema y cuya causa principal es el transporte (BID, 2020).
Estudios como este de la Universidad de Harvard concluyeron que los pacientes con COVID-19, que viven en areas de los Estados Unidos que tenían altos niveles de contaminación del aire antes de la pandemia, tienen más probabilidad de morir por la infección que los pacientes en areas del país con aire más limpio. (BID, 2020).
Por lo tanto, las reducciones en la contaminación del aire podrán ayudar a las personas a enfrentar el COVID-19 y futuras pandemias, que son muchas de estas ocasionadas por la fragmentación de hábitats naturales, el mal uso de la tierra, y el mayor contacto del ser humano con la vida silvestre donde reposan grandes laboratorios de patógenos.
¿La disminución en la contaminación del aire va a durar?
Seguramente no. La recesión económica y cualquier reducción en las emisiones y la contaminación causada por la pandemia probablemente serán temporales. Es posible que las personas vuelvan a subir a sus automóviles y, seguramente, la contaminación del tráfico podría incluso superar los niveles previos a la pandemia si a las personas les preocupa viajar en transporte público. Probablemente volveremos al mismo estilo de vida que antes, a la “normalidad”, dando mayor impulso a todo tipo de industria para tratar de recuperarnos económicamente. Luego de superar la emergencia médica y sin mayores esfuerzos para realizar una transición hacia una economía de cero emisiones netas podría presentarse el escenario de una recesión global que podría socavar la transición hacia una economía verde a medida que las empresas luchan por asegurar el financiamiento de los mercados de capital para proyectos de energía renovable y movilidad eléctrica, en donde la cadena de suministro global para componentes como paneles solares y baterías de iones de litio, muchas de las cuales se producen en China, han sido interrumpidas (BID, 2020).
Lord Nicolas Stern, profesor de la London School of Economics and Political Science, mencionó recientemente la importancia de la política de cambio climático y cómo una recuperación sostenible podría ayudar a reiniciar las economías más rápido mientras se abordan otros problemas. En su reciente estudio muestra evidencia de que las políticas de estímulo amigables con el clima a largo plazo pueden ser muy efectivas y promover una recuperación rápida, crear empleos y conducir a una mayor inversión e innovación. La expansión de las energías renovables, los esfuerzos para reducir la deforestación y promover la movilidad eléctrica muestran que no hay compensación entre el crecimiento y una economía sostenible.
Podemos modernizar edificios, hacer que las ciudades sean más amigables para caminar y andar en bicicleta, restaurar y proteger los bosques, generar soluciones basadas en la naturaleza y garantizar una buena gestión del agua. Esta es la base para la descarbonización y la resiliencia. Si avanzamos de manera sostenible, esto puede crear un futuro más positivo y atractivo. También puede ayudar a reconstruir el capital social, la cohesión y la fe en las sociedades democráticas y participativas. Pero para que esto suceda necesitamos una acción fuerte, ideas claras y gran liderazgo. Este debería ser el foco de la recuperación hoy y más allá.
El COVID-19 nos recuerda la importancia de gozar de un aire limpio
Siendo tan importante la calidad de aire que respiramos en la salud de la población, los formuladores de políticas, decisores políticos y el sector privado podrían buscar formas de acelerar la transición hacia un transporte público limpio, vehículos de tecnología no contaminante, pasos clave para construir una sociedad más resiliente y saludable.
Bajo el Acuerdo de Paris, para alcanzar la meta de llegar a cero emisiones netas en el 2050, y así limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados, los países deben reducir urgentemente las emisiones en aproximadamente un 50% para el 2030 y descarbonizar la economía global a través de una transición de una economía basada en combustibles fósiles a una basada en tecnología limpia. Esto requerirá de una transformación en varias áreas, incluida la electrificación del transporte y el uso más frecuente de transporte público no contaminante.
En este sentido, el debate sobre el efecto negativo de la contaminación del aire y el COVID-19 podría impulsar positivamente a entender que no se trata solamente de un tema ambiental sino de salud pública y calidad de vida. Por ejemplo, el sector de transporte de América Latina es la mayor fuente de emisiones relacionadas con la energía en la región y su flota de automóviles es responsable del 37% de las emisiones totales del transporte. Estas cifras apoyarían a la incorporación de estrategias y medidas que deben tomar los países mientras revisan sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC)(BID, 2020).
Según datos del Banco Inter Americano de Desarrollo, los beneficios podrían ser importantes. Si las flotas actuales de autobuses y taxis de 22 ciudades latinoamericanas se cambian a vehículos eléctricos, la región podría ahorrar casi US $ 64 mil millones en combustible para 2030, evitar la emisión de 300 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono y salvar a 36,500 personas de muertes prematuras.
A medida que salgamos de esta crisis, reducir la contaminación del aire y electrificar el transporte son dos formas de avanzar hacia un futuro más sostenible y resiliente.
Debemos mirar las oportunidades y lecciones aprendidas. No queremos volver a la normalidad porque la normalidad es el problema. La “nueva normalidad” debe tener estas consideraciones: ser más sostenible y resiliente. Cristiana Figueres dice en su libro El futuro que escogemos: crisis climática: «dejar ir al viejo mundo es díficil, del mismo modo que es difícil dejar atrás nuestro pasado, pero si no lo hacemos, no estaríamos listos para dar un salto cuántico, que es lo que necesita la humanidad.»