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Yoluja

Hace unos meses, Poo Pushaina (81) soñó con su hermano mayor, ya fallecido. En el sueño, este llegaba en un vehículo y le decía: “Me voy a llevar a nuestro hermano menor Jalisco; está sufriendo demasiado. Espérame, pronto vendré por ti.” En el desierto costero de La Guajira, al norte de Colombia, vive la familia Pushaina, del pueblo indígena wayúu, cuya vida está profundamente ligada al mar y al desierto. En su tradición, cada amanecer comienza con la pregunta: Jamaya Pira Puin? —“¿Qué soñaste anoche?”—, reafirmando el papel de los sueños como advertencias y vínculos con la sabiduría ancestral. Yolüja es una exploración visual de esos sueños y pesadillas, moldeados por décadas de conflicto territorial y extractivismo. El impacto ha sido devastador. En las comunidades cercanas al proyecto minero, las enfermedades respiratorias superan el promedio nacional. La situación se agrava por el material partículado en el aire y la sequía causada por la alteración de las fuentes de agua. A esto se suman los procesos de compensación como parte de una consulta previa que, en cumplimiento del fallo T-704 de 2016 de la Corte Constitucional Colombiana, la empresa minera se ha visto obligada a adelantar, profundizando la fragmentación del territorio y los conflictos internos.

Yolüja se ha construido a través de años de constante dialogo con la familia Pushaina, una familia de pescadores desplazada hace 40 años por la expansión de El Cerrejón, la mina de carbón a cielo abierto más grande de América Latina. Como ellos, cientos de familias wayúu fueron desarraigadas, sus aldeas destruidas y sus pozos de agua contaminados o secos. Ellos junto a otras comunidades, han luchado legalmente contra el Estado y la empresa minera, denunciando destrucción ambiental, colapso espiritual y desplazamiento forzado.

La muerte no solo llegó con polvo de carbón en sus pulmones y agua envenenada: avanza por el desierto sobre rieles de hierro. Los wayúu llaman al tren Yolüja —demonio o espíritu maligno—, una fuerza que arrasa todo a su paso, cortando rutas ancestrales y profundizando el despojo. Este peso histórico ha sembrado una depresión colectiva: enfermedad, pérdida de propósito e identidad fracturada.

Mientras el carbón ilumina millones de hogares en Europa, la familia Pushaina sigue esperando justicia. Hoy, Poo es el último de su generación y sueña con regresar a su tierra antes de morir, restaurar lo perdido y dar a su familia el progreso prometido que nunca llegó.