Carta a Nicanor, nacido en medio de la Pandemia

Naciste en tiempos de los que surgirá una nueva normalidad porque la que teníamos ya no le funcionaba a nadie.

La autora con su bebé

SAN JUAN, Puerto Rico — Nicanor:

Hoy cumples un mes. Naciste el 23 de marzo de 2020 a las 2:47 de la tarde en un hospital de San Juan. Tus primeros días los pasaste junto a mí y a tu papá en una habitación con vista a un océano que ya no recibía visitantes en su orilla. Desde allí observábamos las calles vacías y nos refugiábamos del miedo que nos daba salir a la calle contigo por primera vez.

Te concebimos el pasado verano, en medio de la revuelta popular más dramática de nuestro país en décadas. Tras días de protestas, el gobernador de Puerto Rico se vio forzado a renunciar y los puertorriqueños nos llenamos de una renovada dignidad, una sensación de evolución colectiva. Eran buenos tiempos para nuevas vidas.

Soñé que serías varón y soñé tu nombre de poeta. Nos mudamos de Los Ángeles a Río Grande, un pueblo al noreste de la isla, para recibirte cerca de la familia y para que nacieras en Puerto Rico. Pero al día de hoy —y por buen tiempo— la familia no podrá conocerte.

En el parto no pudo estar ninguna de las personas que se suponía estuvieran allí. Tampoco hubo visitantes, ni llegaron flores para celebrar tu nacimiento. Solo estuvimos tu papá, un grupo de enfermeras valientes y nuestra doctora, una mujer joven —embarazada también— que se aseguró de que llegaras a salvo en medio de uno de los momentos en la historia de la humanidad en el que nos sentimos más inseguros.

Es verdad que no hay forma de planificar un parto, pero jamás contemplamos traerte al mundo en medio de una crisis global. Tampoco pudimos predecir la ruta de tu llegada. Tras horas de intenso trabajo de parto, hubo que hacer una cesárea de emergencia. Requerí anestesia general y no pude verte salir de mi cuerpo, ni escuchar tu primer soplo de vida. Pensarlo me provoca la peor de las nostalgias, esa que sentimos al pensar en aquello que no alcanzamos a vivir. Una nostalgia fantasma.

Naciste en medio de la pandemia del coronavirus, Nicanor; el momento en que el mundo se convierte en algo distinto a lo que conocíamos, tiempos de los que nacerá una nueva normalidad porque la que teníamos ya no le funcionaba a nadie.

Esta plaga ha trastocado lo que sabíamos y el valor de la experiencia. ¿Cómo voy a enseñarte las cosas del mundo si el mundo como lo conozco ya no existe ni existirá? Nunca imaginé que el pasado pudiera volverse, en un instante, tan inútil.

En enero empezaba el tercer trimestre del embarazo y la isla temblaba. Una serie de terremotos nos hizo recordar lo que habíamos vivido apenas un par de años atrás cuando nos arrasó el huracán María. ¿Sabes? En las Antillas conocemos muy bien el vocabulario del viento y del agua, pero el de la tierra cuando tiembla nos era muy ajeno. Enero fue un mes cruel y cuando acabó creíamos haber cubierto nuestra cuota de calamidad y festejamos cual fin de año.

Mientras, tú pateabas mis entrañas cada día con más fuerza. Sentía tu energía intensa, masculina y fuerte ahí adentro. La barriga se expandía cuando comenzaron a llegar noticias de un peligroso virus que había surgido en China.

Marzo comenzó con evidencia aterradora del desplazamiento del virus alrededor del mundo. En semanas, pasó de epidemia a pandemia y comenzamos a escuchar las crónicas de alguna especie de fin del mundo. Nos consolaba tocar la barriga —enorme, contundente— y la certeza de que todo nuestro mundo estaba ahí adentro.

Las calles estaban desiertas cuando salí a la última cita médica. Unos pocos las atravesaban usando mascarillas y el protocolo para entrar y salir de cualquier lugar te hacía sentir sucia, sospechosa. Nacerías en el hospital en el que se atendió el primer caso registrado de la COVID-19 en Puerto Rico. Tuve miedo. ¿A qué mundo te estaba trayendo? ¿Cómo iba a poder protegerte? ¿Estabas más seguro ahí adentro o acá afuera?

Pero sucede que fuiste tú quien nos trajo al mundo, quien nos recordó con tu llegada que la vida es terca y misteriosa y responde a la muerte con más vida. Por eso, mi niño, sé que llegaste a la hora precisa para vivir y marcar el inicio de un nuevo tiempo. Por eso, Nicanor, hace un mes nacimos juntos a este valiente nuevo mundo.