Los hombres hacen el fuego, las mujeres la ensalada
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Texto por Luciana Pallero, fotos por Marcos López y Manuel A. Fernández
Los hombres hacen el fuego, las mujeres la ensalada. Cualquiera que haya nacido en Argentina sabe de qué se está hablando en esa frase. Acá, juntarse a comer un asado es un ritual del que todo el mundo ha participado alguna vez. Como todo ritual, el asado significa muchas cosas.
La famosa obra Asado en Mendiolaza de Marcos López es un ícono y un registro de la ceremonia dominguera. La foto es una reversión, cita, remake, apropiación, como quieran llamarle, de la última cena de Leonardo da Vinci en la que se juntan a comer trece argentinos en el típico tablón con caballetes, vestidos con camisetas de fútbol, tomando vino en tetabrik o damajuana, es decir, el estereotipo del ser nacional. Cristo y sus apóstoles acá, tienen como telón de fondo la llanura de la pampa. Pareciera que el autor está sacralizando aquello que es sacralizable para la cultura nacional, gauchezca: la principal actividad económica de un país agroexportador. La carne, símbolo de esta tradición económica, aparece en primer lugar. El campo y la llanura son el espacio escénico donde se desarrolla el festín proporcionado por las entradas de la exportación agropecuaria. Los comensales son todos hombres, ilustrando con agudeza el imaginario de una cultura que ahora sabemos que podemos llamar patriarcal. Se trata de una imagen que expone explícitamente este ideario, a veces solapado. Aunque la cultura regional ya tenía su héroe, el gaucho Martín Fierro, protagonista de las desventuras que en 1874 imaginó el poeta José Hernandez, es posible pensar que la figura del asador, Cristo en la foto de López, esté identificada además con el gaucho Fierro, el protagonista que corta el chivo para repartirlo a los comensales. El jefe, el capanga, el Perón, en una palabra, el padre de familia que reparte el alimento y pone orden cuando es necesario. El efecto sacralizante no sólo se propugna debido a que se trata de una versión de la pintura religiosa, sino, y sobretodo, por el modo obsceno en que se exhibe el sacrificio animal. Gesto protagonista del trabajo diario en una cultura agroexportadora que encarna por antonomasia el acto de sometimiento del otro.
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Durante la cuarentena por el coronavirus parece haberse suscitado un momento propicio para la creatividad. La angustia del encierro llevó al joven fotógrafo Manuel Fernández a hacer la reversión de la reversión. Una imagen de la foto del asado donde el Cristo aparece solo. Nuestro matarife está, de pronto, desconcertado, sin sus compinches y aliados. ¿A quién le va a ofrecer el pedazo de costilla que tiene en la mano? ¿Con quién va a hablar del último partido? ¿En la cara de quién va a sacar a relucir su última conquista, o levante? ¿Quién le va a lavar los platos? Eh aquí la cuestión, el ser o no ser que hoy por hoy nos preocupa a lxs argentinxs y también al mundo.