Buscando la verdad con (y a pesar de) el tapabocas

Tres video-postales sobre el trabajo de la Comisión de la Verdad de Colombia en medio de la pandemia
Fotografía y videos producidos por Negrita Films, dirigidos por Josmi Amín

Trabajo como director de comunicaciones en la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad de Colombia desde hace 5 meses. Me contrataron justo después de que comenzó la cuarentena. Dado que vivo en Cartagena de Indias, la pandemia no me ha permitido trasladarme a Bogotá, donde está la oficina central, y no conozco personalmente a mis colegas ni a mi propio equipo. Ha sido raro comenzar un trabajo en estas circunstancias.

Pero para la propia Comisión, ha sido más raro aún tratar de cumplir con el mandado encomendado como resultado de los acuerdos de paz entre el estado colombiano y la guerrilla de las FARC, hoy convertida en partido político. Nuestra misión es ambiciosa y compleja: ofrecer nuevas comprensiones de nuestro largo conflicto armado de mas de 60 años fundamentadas en un trabajo de investigación extrajudicial riguroso e independiente. Nuevas comprensiones que sirvan de base para trazar una hoja de ruta que nos lleve a no repetir nuestra historia y a avanzar hacia un país en el que se transformen las causas que generaron la violencia.

O dicho de una manera un tanto mas sencilla: comprender el pasado para transitar al futuro.

Este es el segundo de tres años de mandato de la Comisión. El primero fue un año dedicado a crear la entidad y contratar los equipos (somos casi 600, la mitad en los territorios dedicados a la investigación). Dedicado también a comenzar y definir lineamientos, protocolos, políticas y empezar el trabajo, recogiendo testimonios de víctimas y responsables, recopilando informes, procesando y analizando la información recogida recopilada. El 2019 fue el año del despegue.

Este año, el 2020, era para andar en velocidad de crucero, para profundizar el trabajo de investigación, recoger más testimonios (ya llevamos casi 10 mil entrevistas) y propiciar múltiples espacios para el diálogo social que nos permitan conversar con víctimas y responsables de todos los lados del conflicto armado. Solo mediante una escucha plural amplia es posible construir un relato con matices y diferenciaciones.

Como a todo el mundo, el coronavirus afectó y retrasó nuestros planes. Pero al igual que todo el mundo, nos tocó adaptarnos, ponernos el tapabocas, abrazar la virtualidad y seguir en el empeño.

El trabajo de la Comisión de la Verdad en cuarentena

Esto de la pandemia no ha sido fácil para nadie. No es fácil construir confianza para que una víctima o un responsable cuente sus verdades. Es más extraño aún con un tapabocas puesto, (no deja de ser una ironía simbólica el pedir a alguien que hable con una máscara quirúrgica puesta). Pero ha sido particularmente difícil para los aproximadamente 100 pueblos indígenas que habitan el territorio colombiano. Muchos de los espacios geográficos en los que ellos habitan han sido duramente golpeados por el conflicto. Generalmente estos coinciden con lugares que son corredores estratégicos en términos militares, terrenos repletos de riquezas naturales o espacios de tránsito o refugio para toda clase de actores ilegales.  

Una de las particularidades de la Comisión de la Verdad de Colombia es su marcado enfoque étnico. Una de las comisionadas (son once en total), Patricia Tobón Yagarí, proviene de los indígenas Embera; y la otra, Angela Salazar, quien tristemente falleció hace poco a causa del Covid, provenía de las comunidades negras del Pacífico. Hay toda una dirección dedicada al enfoque étnico y este enfoque es transversal a todo lo que hacemos. El trabajo con los grupos indígenas ha sido un gran desafío en el medio de esta pandemia.

Los pueblos indígenas, entre dos pandemias

Los pueblos indígenas, como el resto de los colombianos, sufren ahora de dos epidemias: la violencia y el virus. Ambas están relacionadas entre sí, pero la primera ha sido más letal, larga y nociva (son 9 millones de víctimas, 4 millones de desplazados, 220 mil muertos y 80 mil desaparecidos). 

Las víctimas del conflicto, en su mayoría los más pobres, son, para rematar, las más afectadas por la pandemia. La crisis del Covid devela -mas que revela- una serie de problemas estructurales, que en el fondo son factores de persistencia que siguen alimentando la violencia política en algunos territorios. Uno de ellos es la desigualdad.

A partir del 1 de septiembre, el gobierno colombiano flexibilizó la cuarentena. Parece que entramos en una nueva fase (aunque el riesgo de recaer no es lejano). Para quienes trabajamos en la Comisión la tarea se mantiene: reconocer  la dignidad de las víctimas y convocar a que quienes causaron dolor asuman su responsabilidad.

Y nos preparamos para el tercer y último año, en el que entregaremos el informe final. Ojalá lo hagamos sin tapabocas. Pero si por desgracia aún tendremos que usar el barbijo: no importa, la Verdad, así con v mayúscula, no la tapa nadie.