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El pez muere por la boca

El pez muere por la boca reflexiona sobre la resiliencia de pueblos en contextos de narcotráfico y pesca. La línea de playa conecta el mar (o río) con el continente (o tierra firme) donde habitan comunidades anfibias con largas tradiciones de música, baile, peinado, juego y celebración. También de agricultura, gastronomía, turismo, observación de ballenas y naturaleza. Esta paz está permeada por presencia paramilitar, violencia y narcotráfico.

El narcotráfico necesita salida a la costa para sacar su producto al mar. En estos recorridos en lanchas rápidas son interceptados por la Armada o fuerza naval de Colombia, y su forma de fuga, es soltar la carga para hacer más liviana la embarcación. Los pescadores de poblaciones como Rincón del Mar, Sucre, en el Atlántico, o de Bahía Solano, Chocó, en el mar Pacífico, ocasionalmente encuentran paquetes que pueden significar los ingresos de un año de trabajo, rumbas de una semana. Algunos sucumben a esta presión, otros lo rechazan y se mantienen firmes ante los embates de la ilegalidad. Personajes tan macabros como Pablo Escobar o “Cadena” reinaron en estas tierras y condicionaron la vida diaria y las reglas de la comunidad.

“Los habitantes de Rincón del Mar recuerdan que hace más de veinte años el régimen de vida que les impusieron los paramilitares era de tanto temor y crueldad que por un capricho de Rodrigo Mercado, alias “Cadena”, se tumbó una escuela primaria para que no le siguiera tapando la vista al mar desde su casa, ubicada en pleno centro de ese lugar Pablo Escobar, por su parte, mandó construir hoteles en Isla Palma, mientras que Hernán Vélez, del Clan Urdinola, lo hizo en Bahía Solano; como lugar de verano.

El proyecto es participativo y de intervención en donde la comunidad es parte activa en la creación de las imágenes. Los contrastes entre las tradiciones (estados pacíficos o de paz) y la presión armada (grupos paramilitares y de narcotráfico) son expresados en diferentes acciones, paisajes, cuerpos y objetos. La cotidianidad se entremezcla con la construcción de las escenas. Aquí, el acto performático se confunde con el vaivén de la realidad, como un canto a ese límite indefinido entre mar y tierra, entre legalidad y prohibición.

Entre 2016 y 2021, he realizado excursiones de pesca junto a mi padre, mi hermano, mi tío y mi primo. Todos somos de apellido Escobar. Nuestro vínculo nada tiene qué ver con Pablo, pero sí con el mar, la tierra y sus hijos: Deivis y Federico, amigos desde 1990.