A partir de un mapeo realizado a través de las redes sociales, los artistas retrataron a la Generación Z -los nacidos en la era de internet- en fotopinturas, con las particularidades que implican sus formas de autorrepresentación: cabellos de colores, piercings, escariadores de orejas y maquillajes atrevidos, así como la forma provocativa e irreverente en que algunos se muestran ante las cámaras de los teléfonos móviles en sus selfies. Las ampliaciones fotográficas, realizadas en un laboratorio artesanal a partir de los negativos en blanco y negro de Cyro Almeida, fueron posteriormente coloreadas con pintura al pastel por Mestre Júlio Santos, que también proporcionó el vestuario y los accesorios para los retratos en su forma final. Utilizando una técnica tradicional, la obra expresa la imagen de jóvenes que experimentan formas más autónomas y creativas de relacionarse con su propia apariencia. Se trata de un acercamiento entre distintas generaciones, que promueve reflexiones sobre la permanencia de los oficios y costumbres, las nuevas tecnologías, la pervivencia de las técnicas y las apariencias. Como resultado, tenemos un producto final híbrido que integra conocimientos sobre la producción de imágenes de la juventud actual, el arte contemporáneo y el arte popular.