Metamorfosis inevitables
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QUITO — ¿Cómo se sentirá la oruga al nacer, por segunda vez, como mariposa? ¿Cuánto de ese “pensamiento gusano” debe morir para dar paso a la valentía que permite volar?
Hace más de un mes despertamos —mis miedos y yo— en medio de una crisálida con nombre propio: la cuarentena de la COVID-19. Los primeros días nos ganaba la inercia del desconcierto, pero al poco rato entendí, entendimos, que la metamorfosis sería inevitable: se romperán algunos pensamientos cómodos, la economía dejará de acaparar las urgencias y, si tenemos algo de “suerte” y un poco de sabiduría, todo esto nos permitirá ser mejores.
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Hoy es el día 45 del aislamiento y aún no aparecen las certezas. Sin embargo, mis miedos han perdido dramatismo y encontré la forma de sonreír. Ya no me obsesiona lo que puedo perder, sino encontrar la manera de disfrutarlo todo, a todos, hoy, ¡ahora! Y así gasto mis días, intentando memorizar el rostro de las personas que amo.
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No sé en qué termine todo esto, pero, pase lo que pase, si sobrevivo, encontraré la manera de ser mariposa. Volar será mi forma de honrar las vidas y las muertes de las orugas que alguna vez fuimos.
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