Tener hambre no es delito

Por Marcelo Pérez del Carpio

Daniela Cortez (22) sube velozmente una colina para poder visitar una familia a la cual entregará una donación en una zona periférica de La Paz, Bolivia. Daniela es activista de un colectivo de jóvenes que se dedica a ayudar a personas de muy bajos recursos que han sido duramente golpeadas durante esta pandemia.

A medida que Latinoamérica se fue convirtiendo en el epicentro de la pandemia, las cuarentenas decretadas por los gobiernos de la región afectaron de manera directa a millones de personas económicamente, en especial a aquellos que trabajan al día, al privarlos de la posibilidad de generar dinero para mantener a sus familias durante la cuarentena. 

En Bolivia, más del 70% de la población vive del comercio informal. El Gobierno interino decretó unos bonos de 500 Bolivianos (alrededor de 72 USD) para ayudar a la población a afrontar la pandemia, pero esto simplemente no fue suficiente para atender a la gran mayoría. La desigualdad y el nivel de necesidad que existe en el país es muy grande, por lo que muchos se ven en la obligación de salir a las calles. 

Entre Mayo y Junio pasé varios días acompañando a Daniela, conociendo personas extremadamente pobres y en condición más precaria de la que imaginé. Ver a estos jóvenes ayudando y exponiéndose ellos mismos en estos momentos tan complicados me hizo olvidar mis propios problemas. Para Daniela, “solidaridad no es dar lo que nos sobra, se trata de una redistribución, de compartir todo lo que se tiene. Es lo que nos han dejado nuestras culturas ancestrales”. Estas palabras comunicaron algo muy profundo que me quedará grabado para siempre y que como sociedad deberíamos considerar y practicar, especialmente en este tiempo de tanta necesidad. 

Carmen Rosa Palacios Bautista rodeada de los hijos de su hija mayor en una única habitación que renta en un barrio periférico de La Paz. Ella solía trabajar en un mercado como ayudante de cocina, pero el cierre y la reducción de personal en negocios de comida hizo que quedara sin trabajo. Su hija emigró a Brasil en busca de mejores oportunidades, pero su madre cree que sufre de explotación laboral. En todo caso no puede regresar por el actual cierre de fronteras. Entre tanto, Carmen subsiste sin comida ni dinero con 5 pequeños a su cuidado.
Una vista del interior de la vivienda de Magalí Ticona, una de las familias que Daniela y Lorena visitaron para brindar ayuda.
Desinfección Comunitaria en El Alto
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