Tiempo y verdades
Los universos paralelos del documentalismo pandémico
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La escritora y filósofa norteamericana Susan Sontag afirmó: “Todas las fotografías son momento mori. Hacer una fotografía es participar en la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad, de otra persona (o cosa). Precisamente cortando y congelando ese momento, todos los fotógrafos dan testimonio de la fusión incesante del tiempo”[1]
La pandemia transfiguró, de manera abrupta, el tiempo de las cotidianidades. El evento confinó nuestros registros a los espacios lícitos y pactó una suerte de corriente fotográfica de lo íntimo y lo cercano.
Este pacto entre la representación y la rutina, me ha obligado -sin querer- a explorar y ordenar universos paralelos al espacio normalmente habitado. Dimensiones que más allá de lo anecdótico, emergen, cargadas de fugacidades, amores y de Otras realidades.
En estos días, la nostalgia intrínseca que tiene una fotografía – esa melancolía plasmada en su desvanecimiento – es lo que hace frente a este tiempo de dolor.
“La fotografía, en su origen, tuvo que acercarse a la ficción para demostrar su naturaleza artística y su objetivo prioritario ha consistido en asistir los hechos en soplos de la imaginación. Hoy en cambio lo real se funde con la ficción y la fotografía puede cerrar un ciclo: devolver lo ilusorio y lo prodigioso a las tramas de lo simbólico que suelen ser a la postre las verdaderas calderas donde se cuece la interpretación de nuestra experiencia, esto es, la producción de realidad”.[2]
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[1] Sontag, Susan. 2005. Sobre la fotografía. Buenos Aires: Alfaguara. Pg. 15
[2] Fontcuberta, Joan. 2005. El beso de Judas, fotografía y verdad. Barcelona: Gustavo Gili. Pg. 129