Una siesta eterna

Entre tanta oscuridad, es bueno encontrar la luz. © Jazmín Urbani

CORRIENTES, Argentina – El virus dejó de ser una amenaza de otro mundo y de un día para otro se instaló en la cotidianidad de Corrientes, en el noreste de Argentina.

El aislamiento social, preventivo y obligatorio, establecido por el Gobierno Nacional, obligó a permanecer en sus hogares a quienes no cumplían servicios esenciales.

Nosotros dejamos de asistir al trabajo, los niños a la escuela y los jóvenes a la universidad.

Las salidas se destinaron sólo al aprovisionamiento de alimentos y medicinas, o al cuidado de ancianos aislados. Internet se volvió tan necesario como el aire, viciado de irrealidad.

Somos un grupo de fotógrafos y decidimos que debíamos documentar lo que nos sucedía.

Exceso de pantallas y ofertas digitales alargaron las interminables horas.

La noche se demora en las mañanas, y estas arrancan tarde, también rezagadas.

Nos convertimos en analistas de la ansiedad; en gurúes gestores de las energías del cuerpo; en psicólogos sin matrícula para tratar los desenfrenos; en malabaristas para pensar nuevos ingresos económicos.

Nunca valoramos tanto la luz en la ventana o los pájaros en la calle, cuyo canto aprendimos a distinguir en una ciudad sin tránsito.

La vida distribuida en macetas adquirió una dimensión inesperada.

Las caricias se manifiestan en forma de mensajes digitales y alivian el tedio, la tensión.

Estamos inmersos en una siesta eterna de la que queremos despertar.

Me siento abrumada con tanta información. Estoy viviendo una película de suspenso de la que no conozco el final. © Natalia Plazaola.
La cuarentena y el confinamiento hicieron inevitable la introspección. El encuentro obligatorio con nosotros mismos nos llevó a mirarnos en lo profundo, a reconectar con el yo interior. © María Verónica Guiot
Santiago, en su aburrimiento, espera que inicie una clase a la que asistirá desde la computadora. © Natalia Plazaola
Maite, mi hija adolescente pasa sus días de cuarentena entre tareas escolares y juegos en la computadora, buscando el lugar más solitario de la casa para poder conectarse con sus amigos. © Viviana Nieva
«Pronto todo estará bien» © Joaquín Meabe
Gero saluda a su abuela desde lejos, aprovechando que salió a vacunarse. © Amelia Presman.
En tiempos de pandemia y encierro, el contacto con la naturaleza es un mimo al alma. © Jazmín Urbani
Bajo la sombra de la incertidumbre y la aceptación, la lucha contra el enemigo invisible continúa. © Ariel Rueda