Marzo

Vivimos en palabras que van desplomándose según las nombramos.

Dijimos marzo y entonces, de las cinco preciosas y precarias letras caía la o como un espacio insufrible, el recuento inequívoco de grano o fruto o cuerpo bajando hasta su muerte.

La o en que cada brazo se sostuvo. La que se agitaba, inquieta, cuando mueves el pelo.

Poesía por María Ángeles Pérez López, ilustración por Rodrigo Pimenta

La que se mide en grados, como mides la combustión del tiempo en el amor.

La o de los respiradores que convocan el oxígeno con violencia y luego te entregan la palabra salud junto al sudor metálico del miedo.

La que se ahoga en los cuidados críticos, los protocolos del hospital, el monólogo inaudible de la noche en goteros que silban por su asfixia.

La que conoce el flujo de la sangre cuando no puede salir a manchar las mañanas.

La que sabe que afuera está la flor con su aroma nervioso y primordial.

La que nombró el dolor, el box, los resucitadores.

La de quien enfermó y está solo en su alfabeto, el nicho, la turbulenta almohada de la fiebre.

La del invierno que no termina de marcharse y encharca tu corazón con su tristísimo conteo de hemogramas.

Entonces tomas el resto de letras. Si zozobra marzo roto frente a ti, te aferrarás a las maderas del naufragio, el caudalímetro que cuenta la esperanza. Plantarás sobre abril todos los muertos. Ya no podrá ser nunca el mes más cruel. Desde su nombre clamaremos mayo y traerá un largo lienzo transparente en que amanezca el día y su certeza.

En el pájaro, la o estará cantando.

Que llegue el sol, su círculo perfecto, su abrazo irrevocable y sorprendido.