Corazón y estuario
En cada extremidad de tu cuerpo hay un árbol
y en el centro, otro se hunde de sangre
corazón y estuario.
Ritmos de fuga y bloqueo.
El líquido se vierte en la cavidad
henchida se contrae, aprieta el fluido.
Sístole, esa tensión ante el misterio.
Agua dulce del río se derrama
en el bajo mar.
Senda inexorable como las horas
o la pulsión del salmón al desovar.
Las válvulas se abren
y por los cilios el caudal transcurre.
Dilatación para la insurgencia del agua
llena otra cámara, diástole.
La luna se sumerge
y la pleamar embiste al río.
Más ligera el agua dulce
sube a la superficie.
Denso el cuerpo salado fricciona el fondo.
Sinuosas y veloces las aguas se mezclan
la frontera se expande, resiste, cede.
Asciende una columna turbia
y detenida un instante por el viento
mira las orillas y cae.
Los delicados dedos cierran la entrada
se pliegan
la corriente sanguínea no retrocede
y el pasado es un latido nuevo.
Fluye por superficies elásticas
olas contra olas e islas de tejidos.
No temas
hunde tu rostro en el prisma líquido.
Híbrido, salobre el torrente
ha depositado en el lecho
el lodo más fértil
y también desechos.
El estuario transpira,
Ven, acerca tu oído.
Alternancias constantes
debajo del pulso
de un animal de agua.
El viaje es un búmeran
curva las horas
y regresa al inicio con materia reciente
al igual que el destino de las palabras.