Estado de excepción
Esta es la vida tras los muros,
por si la muerte no se mete de un soplido.
Si no es ahora,
en otro barrio, dirección, mundo, galaxia.
Pero hasta entonces,
que no digan pobrecita, la encontraron muy hinchada,
la mano azul sobre el sofá,
la pierna oscura de alacranes en el piso.
Nunca pensamos que la peste arrasaría.
Eran distintos los fantasmas de este siglo.
Murió de adicta, por imbécil,
le pisó el bus,
le salió un bulto bajo el brazo.
Y todos, sí, qué se va a hacer,
¿la muerte existe?
Tal vez si ahorras suficiente, no te agarre.
A ver si logras llegar lejos y te pasas de inmortal.
Aquí no se habla de “esa cosa”,
una terrible cicatriz de nacimiento.
Pero ver siempre hacia otra parte no sirvió,
ni las más raras distracciones del mercado,
ni los engaños de la imagen o el poder.
¿Qué importa ahora lo que digan?
Si la encontraron asfixiada,
como muñeca que no pudo con el aire de la bomba,
como quien mete la cabeza bajo tierra, hasta vaciarse.
Hacer trinchera no sirvió. Rondaba el virus.
El Sur, el Norte, La Ciudad, sus cuatro flancos.
El mundo entero, sus islotes, sus bahías.
Veo, sin prisa, cómo el aire se embellece,
cómo se engrosan las raíces y los tallos.
No me sorprende cómo el virus va creciendo
cómo a su paso tambalean otras sombras:
la discoteca con derecho de admisión,
la deuda, el crédito, el anillo, los ascensos.
Pero no dejo de pensar en una cosa,
y sé que es tonto, pero ahora no me importa:
¿Qué fuerza extraña pone en marcha una tormenta
las pocas veces que nos vamos a encontrar?
Digo tú y yo, lo misterioso, lo invisible.
¿Y si un café por la mañana?
Pero la lluvia se desborda y el granizo tapa calles y avenidas.
Ahora sí, ¿qué tal el sábado en la noche?
Pero una guerra en la ciudad nos deja en casa.
Por fin pasó, te llamo el viernes, lo prometo.
Pero la peste y el estado de excepción.
Parecería el fin del mundo
y, sin embargo, es lo esperado,
lo preciso.
Miro las nubes mientras pueda.
Escucho el viento y me pregunto si mañana.
Cuando volvamos a salir, no quiero verte
(un meteorito, por lo bajo, un terremoto).
Y qué más da, si moriremos. Algún día.