Que se muera…
Que se muera el arlequín
disfrazado de viuda en el imperio inmundo
Que se muera el que parió monstruos
y lo proclamaron santo
Que se muera el doloroso y la doliente
atrapados en su telaraña de sombras
Que se muera la sabandija
la nieta del triunfador
el icono sorprendido sin sotana
Que se mueran los que se alquilaron
los resucitados en viernes
los vendedores y compradores de brumas
Que se muera el apocalíptico
las cofradías del odio
las multitudes absortas
Que se muera el incendiario
el prestidigitador a sueldo
los sembradores de vientos
Que se muera el sabiondo
el que nunca paladeó el misterio
la reina en el repertorio de fantasmas
Que se muera el señor de la guerra
el que se desconoce en los espejos
los dueños del mundo y su séquito de perros
Que se mueran los sementales
los contactados
los vistaforadores de sueños
Que se mueran los insulsos
los mansos y obsecuentes
los criados para alimentar tiranos
Que se muera el obseso
el que hambreó a millones
y se instaló a mal vivir en una urna
Que se muera el conquistador de almas
el hacerdor de pesadillas
las perinolas del destino
Que se muera el que sabe que todo es inútil
y sin embargo especula con el artificio
Que se mueran los discretos
los enterradores y desenterradores
los atrapados entre el fetiche y la idolatría
Que se mueran los del quizá
los del quién sabe
los tibios de entraña
Que se muera la Muerte
la quimera del último reino
tus besos sin alma.
Ilustración: El Bosco, Jardín de las Delicias, © Museo del Prado