Silencio de terremoto
Durante estos días de cuarentena el ruido humano desapareció como lo hace los minutos posteriores a un terremoto.
Durante estos días de cuarentena el ruido humano desapareció como lo hace los minutos posteriores a un terremoto.
En cada extremidad de tu cuerpo hay un árbol, y en el centro, otro se hunde de sangre, corazón y estuario.
Ningún puente o templo se escapó, se volvieron más y más transparentes hasta que se diluyeron completamente.
Señor, la casa se ha vuelto cuerpo,
y el cuerpo es ahora extraña compañía,
país para hibernar
Porque este entramado se teje de abrazos, mimos, olores, roces, charlas, mascotas, sueños, juegos, barrios; se teje con la tierra y sus ciclos, con los tiempos muertos, que paradójicamente son los más vivos.
Me ha pedido que hagamos el pacto de no tocarnos. Al principio, me costó, pero no hay nada que un niño no pueda comprender, así que ahora nos acariciamos solo con la mirada.
Los cuerpos se perdieron en pantallas seguras e higiénicas que evitan los cuerpos: todo es descorporizado e higienizado.
Este virus vino a quedarse. Es parte de la naturaleza y en ella nada carece de sentido.
Para sentirnos vivos revisamos las cifras de contagios, lo cerca que parecen, y miramos en redes si alguien ya pescó la infección.
Para entonces
el tigre, el escarabajo, las ballenas y los pájaros,
todas las especies
se habían extinguido.